Después de un enero interminable ha llegado un febrero casi primaveral y los balas perdidas…
Los cómplices
En la primera definición de la RAE de la palabra “cómplice” aparece solidaridad y camaradería, dos palabras que nos inspiran un buen entendimiento entre varias personas.
Esa comprensión es la que nos hace ser y sentirnos partícipes de una relación con alguien con quien compartimos o tenemos algo en común. En el mundo del libro existen a menudo esas complicidades que nos hacen sentirnos bien, es más, experimentamos un acompañamiento que nos permite seguir adelante con nuestros proyectos literarios pese a las miles de vicisitudes que encontramos por el camino.
El autor busca la complicidad con el editor para que su obra llegue al lector, que a su vez también busca la complicidad con el librero para elegir sus lecturas.
Esta red de complicidades se crea en torno a una única pasión: la literatura.
De entre todas las cosas bonitas de este oficio de editar libros resalto de manera fundamental haber podido conocer a esos cómplices con los que, sin tener a priori nada más en común, compartimos ese un vínculo invisible que nos hace fraternizar de una manera especial.
Por eso, nos ha dolido especialmente la falta de empatía que han desmostrado tanto la Agencia Wylie como la propia poeta Louise Glück con sus editores españoles de Pre-Textos, con los que nos solidarizamos precisamente por esa complicidad que nos une de publicar poesía aun siendo conscientes de las pérdidas que pueden ocasionar para la editorial.
Esperamos que la recién premio Nobel reflexione acerca de la confianza que mostraron sus editores hacia ella y piense que en la vida como en la poesía la integridad es uno de los valores que más nos definen como seres humanos.