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Nietas de la Memoria, premio Estandarte de ensayo 2020

De entre todos los ensayos de altísimo nivel publicados este año, de entre los que quedaron finalistas y algunos otros que se acaban de publicar –hablamos, por ejemplo, de las entrevistas de The Paris Review recopiladas por Acantilado– y que merecían también haber optado a este premio, nos hemos fijado en este libro: Nietas de la memoria, de Bala perdida editorial. ¿Por qué? Porque además de ser un buen libro, un gran libro de hecho, también es algo más. Es un pedazo de la historia reciente que había quedado oculta bajo el puchero, bajo montones de ropa doblada o de un mandilón. Porque ¿a quién le importan los pucheros y la ropa lavada en tabla y puesta a secar al sol? Levantemos la mano. Nos tienen que importar, porque sin esas manos de mujer que lavaban con jabón de sosa y que llenaban los pucheros con lo que había –y con lo que no había, hacían caldo– no estaríamos aquí y ahora.

Publicado por Bala perdida editorial, Nietas de la Memoria reúne diez relatos escritos por diez nietas que recuperan los recuerdos de sus abuelas. Oficialmente sus vidas pudieron no significar nada, pero lo fueron todo para sus familias y es hora de que empiecen a contar algo –o mucho– para la historia, si queremos que esta deje de ser el relato de quienes la escribieron, ya que quienes la escribieron muy a menudo suelen ser quienes resultaron ganadores en sus conflictos y sus guerras.

En la memoria de Isabel, Juana, Coronada, Juliana, Angelines, Luz, Lola, Benita… hay recuerdos de guerra, de Guerra Civil, pero sobre todo hay recuerdos de trabajo, de fatigas, de hambre, miseria, frío, de miedo atroz… “Las heridas más o menos cicatrizan con el tiempo, pero el miedo… el miedo de María no se cura”, escribe Sara Plaza Casares cuando recompone la historia de la abuela Vicenta, la madre de María, que viuda y enferma tuvo que sacar adelante a sus tres hijos vendiendo flores artesanales de papel en la puerta de iglesias y cementerios.

Y con todo también hay mucha alegría y momentos de felicidad en medio de vidas que fueron ejemplares. Solidaridad, generosidad, entereza, sacrificio, cuidados… En la actualidad se habla, se escribe y se reflexiona sobre estos conceptos. Ellas eran maestras, incluso sin saber leer o escribir, todas fueron maestras en el trato y la enseñanza de esos valores porque los practicaban cada día y los encarnaban.

Así Lorenza, que dejó de servir para trabajar la tierra y en la fábrica de tejas junto a su marido, con los animales… Todo mientras criaba los siete hijos que tuvieron, pues aunque a él le gustara cocinar o jugar con los niños no solía hacerlo: “estaba mal visto”. Superando penurias económicas y desgracias, como la muerte de su tercera hija, enseñó a sonreír y a sortear las dificultades con mucho cariño a Angelines, la mayor de las chicas que, al igual que su madre, comenzó a trabajar a los doce años.

Mujeres también como Juliana Villaseco, cuyo relato vital –a cargo de Concha San Francisco– transcurre en un pequeño pueblo de Zamora, donde ella y su familia se dedicaban a fabricar chocolate. La emigración del marido, los problemas de los embarazos, el aborto, además de las múltiples tareas cotidianas trabajando tanto en casa como en el negocio familiar, reflejan perfectamente cómo era la vida para muchas mujeres en la época.

Cristina Prieto Sánchez se fija en cómo las mujeres vivían aprisionadas en una atmósfera de represión en la que no se podía mencionar nada que tuviera que ver con el sexo. Veían a los hombres con temor, aunque sabían que su única misión era encontrar novio, casarse y tener hijos. Porque la mujer solo era un útero para parir, una sirvienta permanente y una esposa abnegada si quería ser considerada decente. Cristina aún recuerda hoy cómo se les negaba la educación y todas las posibilidades de crecimiento personal, al igual que el trabajo, al que en muchos casos no podían optar mujeres casadas.

Para que no se pierdan estos recuerdos o para recordarlos mejor premiamos y reclamamos atención para este libro. Una obra que no se acaba tampoco en las 238 páginas que tiene, sino que continúa en cada lectura y en cada relato, en cada recuerdo que tenemos de nuestras propias abuelas y que podemos unir a los que forman parte de libro gracias a la web nietasdelamemoria.com. Allí es posible enviar nuestros relatos de nietas para que todos juntos conformen un mosaico más completo de diferentes lugares, orígenes, ideologías y clases sociales. Porque todos tenemos y tuvimos abuelas, todos podemos ser Nietas de la Memoria.

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