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Genial reportaje de Sara Plaza sobre La Argentinita en El Salto
Una activista cultural que supo colocar los bailes del pueblo en el centro artístico de la vanguardia de la generación del 27. Una revolucionaria que elevó los tablaos flamencos desde los cafés hasta las tablas de un teatro. Una intelectual que aderezaba sus montajes artísticos con letras de Federico García Lorca y escenografía de Salvador Dalí. Así era la Argentinita, aunque los medios en el pasado y en el presente (aquellos que la recuerdan, que no son muchos) la siguen encasillando en el rincón de las tonadilleras emparejadas con toreros. Con el gran objetivo de deconstruir esta biografía y construirla con los pocos retazos que el franquismo dejó vivos sobre la investigación en las danzas, la escritora y actriz teatral Paulina Fariza Guttman dibuja su historia en el libro La vida encontrada de Encarnación López, la Argentinita (Bala Perdida, 2020).
Un texto que mezcla la documentación con la literatura, que recrea ambientes y escenarios de la cultura española de primeros de siglo y de la República. Con pequeños trazos biográficos rescatados de entrevistas, artículos y bibliografías de otros —ni un solo libro, ni una sola publicación de cinco páginas hay sobre esta bailarina— se destapa a una Encarnación López que, poco antes de fallecer en 1945 tras su última función en Nueva York, era reconocida como la bailarina española número uno por la revista Time Magazine.
“La Argentinita trabajó codo con codo con la generación del 27 desde la danza que antes era un arte vertebrador muy importante, la percha donde se colgaban otras disciplinas como la pintura o la dramaturgia”
“Este libro entra dentro de la reivindicación de esa zona del relato histórico que no tenemos las mujeres, ir destapando a las referencias artísticas tan necesarias de la República que luego no se han recuperado durante el franquismo” explica Fariza y añade más, ya que la obra pretende saldar una deuda histórica con la danza, que en su día fue una disciplina cultural a la altura de la literatura o la pintura. “La Argentinita trabajó codo con codo con la generación del 27 desde la danza, antes era un arte vertebrador muy importante, la percha donde se colgaban otras disciplinas como la pintura o la dramaturgia. A partir del franquismo, el régimen englobó esta disciplina en los coros y danzas de la Sección Femenina, deja de haber investigación. Todo el trabajo de la Argentinita se corta de un hachazo”.
Encarnación López, la amiga íntima de Lorca y la amante escondida del torero Ignacio Sánchez Mejías, comenzó a ocupar las páginas del papel couché desde muy temprana edad. De familia hispanoargentina, nació en Buenos Aires en 1897. Sus padres decidieron retornar a España cuando ella contaba con pocos años de edad pero el arte de la música, entre el tango y el cante jondo, ya estaba inyectado en sus venas, gracias a la afición de su padre que compartía con ella.
Con tan solo ocho años, Encarnación debutaba moviendo sus ágiles y pequeñas manos sobre las tablas del Teatro Circo de San Sebastián. Pronto su replique de palillos —era una virtuosa de las castañuelas— comenzó a escalar y a escalar, impulsándola de bolo en bolo recorriendo España y esparciendo flamenco, tango, bulerías, boleros, copla y parodia. Hasta que recién asomada su mayoría de edad, su mundo se cruzó con el del toro y sus amoríos relegaron su creación artística ante la opinión pública.
Pero ella, ajena a las habladurías, siguió experimentando y experimentando hasta que montó su propia compañía junto a su hermana, la bailarina y coreógrafa Pilar López, para elaborar sus propios espectáculos que buscaban la raíz de la danza popular española. Londres, París o Berlín se arrodillaban bajo sus pies, siendo considerada una de las mejores bailarinas españolas fuera de nuestra tierra. Y, aunque no se significó políticamente de manera explícita, su amor por la República estaba impreso es su objetivo de reivindicar el baile para el pueblo. “Encarnación investigaba, recorría España y Estados Unidos buscando danzas populares, como Lorca hacía con la música popular, eso hacía Encarnación con la danza”, remarca Paulina Fariza. Para la posteridad queda la Colección de Canciones Populares Españolas, cinco discos gramofónicos que grabaron en 1931, ella al cante y Lorca al piano, recogiendo piezas como “El Café de Chinitas”, “Los cuatro muleros” o “Anda Jaleo”.
“Ellos eran muy amigos y participaban de un ideario parecido. Ella, durante la República, colaboró con la Barraca, actuó con Alberti y Lorca en la Residencia de Estudiantes. Entre sus coreografías tiene dos espectáculos en los que Lorca estaba totalmente implicado. Lorca y Sánchez Megías participaron en el montaje de El Amor Brujo acercándolo hacia las raíces españolas. Ella se significó políticamente en tanto en cuanto todo su trabajo se desarrolló en esa época. Con la guerra civil se tuvo que marchar por su supervivencia. En el exilio decía que su danza tenía que ver con el pueblo”, relata la autora de la biografía.