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Entrevista de Nacho Escuín en Diari de Tarragona, por Gloria Aznar

Nacho Escuín es un poeta turolense que también ha sido editor, gestor cultural, docente y crítico literario. Tras ser Director General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón (2015-2019), vuelve a las palabras y lo hace con La mala raza (Bala Perdida Editorial), poemario que este viernes día 17 presenta en la Llibreria La Capona de Tarragona (19.30 horas), de la mano del también poeta Enrique Villagrasa.

¿Por qué ‘La mala raza’?
En Teruel es una expresión que utilizamos cuando una persona no es ni muy inteligente, ni muy alta, ni muy guapa, pero no hay manera de acabar con ella. Entonces decimos que es de mala raza. Es una manera de reivindicar esa resistencia ante todo.

Entonces, sus poemas son también una resistencia, ¿a qué?
Estos cuatro años pasados he estado desempeñando un cargo político. Para los que somos ajenos a la política, he vivido situaciones difíciles de asimilar en muchos momentos. Y la poesía siempre ha sido el espacio de resistencia y donde no he dejado de ser yo.

¿Cómo encaja la poesía con la política? No parece muy afín.
Muy mal. No es fácil combinar esa sensibilidad de toda una vida un poco apartada de ese trajín máximo, por lo que durante los años de política he escrito muy poquito. He aprovechado los viajes para escribir, pero no ha sido como cualquier otro libro en el que ha habido mucho trabajo detrás. Ha sido más de un impulso al terminar. Pero sí que había algo de resistencia al fin.

¿El lector verá reflejado esos años en los poemas?
Hay unos cuantos símbolos que son universales y por ellos lo comprenderá. Pero fuera de eso lo que no quería es que fuera un libro anecdótico. Quería que fuera esencial, que cualquiera lo pueda leer y proyectarse en él. Muchas frustraciones y situaciones nos suceden en un campo de la vida pero son extrapolables a cualquier otra vida.

En uno de sus poemas dice que los poetas beben café solo. ¿Es así?
(Ríe). Enrique Villagrasa, que me presenta hoy en Tarragona, bebe café solo. También Karmelo Iribarren, Enrique Cabezón y Alfredo Saldaña. Era como decir que hay una especie de sagrado compromiso con la pureza. Como un trago amargo. Solo y sin azúcar.

Para luego escribir los versos más dulces.
Sí. Exactamente.

«Como todo aragonés, tengo una enorme relación con Catalunya. Y hay unos cuantos poetas de Tarragona a los que admiro mucho»

Volviendo a la política, usted habla de ponerle nombre a las cosas ¿la política se los pone?
La política tiene una obsesión por ponerle con rapidez nombre a las cosas. Y ni en la política ni en ningún otro aspecto de la vida es bueno plantear soluciones a un asunto antes de haberlo estudiado con detenimiento. Lo que le falta a la política actual es pausa.

En relación a la ciudad, parece tener sentimientos encontrados.
Sí. Soy absolutamente de ciudad porque dejé Teruel muy pronto, a los 18 años, que es el último vínculo que he tenido con un lugar muy pequeño. Y también es verdad que a mí me gustan mucho las ciudades grandes.

¿Barcelona?
Me encanta. De hecho hay un poema que se titula Barcelona me mata, en el buen sentido.

Este viernes día 17 va a presentar ‘La mala raza’ en Tarragona, que no es demasiado grande. ¿Qué relación tiene con la ciudad?
Como todo aragonés, tengo una relación enorme con Catalunya y con Tarragona. Aparte de haber pasado muchísimas vacaciones de mi vida allí, tengo una enorme relación con su tradición lírica. Tengo mucha amistad con Enrique Villagrasa, Juan Carlos Elijas, y José Angel Hernández. Hay unos cuantos poetas de Tarragona a los que admiro mucho con los que me relaciono y obviamente, no hay que perder de vista que durante mucho tiempo Barcelona ha sido un epicentro poético importantísimo en España.

Y lo hace de la mano de Bala Perdida, una editorial prácticamente nueva. Un pequeño milagro en estos tiempos.
Es un proyecto que viene muy avalado por José Ángel Mañas, autor de Historias del Kronen. La mala raza salió en diciembre y las sensaciones son muy buenas. La editora, Lorena, sabe lo que tiene entre manos.

Recomienda ser feliz, ¿tiene algún antídoto? 
En Hambre le digo a mi sobrino recién nacido que tiene que ser feliz porque debe darse cuenta de todo lo que han hecho su abuelo, que es de quien hablo al inicio, o su bisabuelo, para que nosotros seamos felices. Que por encima de todo se tiene que dejar de tonterías y seleccionar las cosas por las que merece la pena preocuparse.

¿Cómo debe leer poesía una persona que no lo tiene por costumbre?
Hay que quitarse todos los temores y acercarse a un poemario como el que se acerca a cualquier otro tipo de libro. Eso sí, es un libro. Y hay que reivindicarlo. Hay que acercarse a los libros.

¿Escribe usted por accidente?
Escribo deliberadamente, pero a veces uno acierta por accidente. Es un poco la reflexión de los versos de Escribir por accidente.

¿Cómo se inspira?
No hay un manual concreto. La poesía, sobre todo, hay que trabajarla. Lo esencial es que al poema no le sobre nada y que lleve las palabras justas, las necesarias.

Entonces, al final estamos hablando de trabajo, no solo de creatividad.
Por supuesto, como en todo. Creo en los que trabajan, en todos los ámbitos de la vida. Trabajar suele ser un síntoma de inteligencia.

 

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