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La Argentinita en Público, por Juan Losa
La Argentinita’: el duende de una bailaora que alumbró la República
Niña prodigio, bailaora, bailarina, cupletista, coreógrafa, cantante y folclorista de fama mundial… Una biografía reivindica la figura de Encarnación López como gran renovadora de la danza española.
Encarnación López ‘La Argentinita’ hizo de su capa un sayo. Su vida fue un revolverse constante contra quienes pretendieron tildarla de comparsa, de simple tonadillera o de amante del torero. Su baile –esa cosa esquiva que algunos llaman duende y otros pellizco– y su inquietud artística le convirtieron en referente del baile en aquellos agitados años de la II República. Una historia que, como ya intuirán, acaba en exilio.
Con su cuerpo y su arte escribió versos tan efímeros como el brío de sus arabescos. Perteneció la Generación del 27 sin ser letrada, compuso coplas junto a su amigo del alma Federico García Lorca e hizo de sus días una apasionante mixtura de copla, prensa rosa y drama. La vida encontrada de Encarnación López, ‘La Argentinita’ (Bala Perdida Editorial, 2021), a cargo de la escritora Paula Fariza, pasa revista a una artista que se consagró en vida tanto en nuestro país como allende los mares.
Encarnación amó con letras capitales, voló sin alas sobre las tablas de mil teatros y siempre lo hizo conforme a una estética propia. Maestra de sutilezas y respingos, su arte cautivó a los creadores del 27 y, junto al torero Ignacio Sánchez Mejías, conformó un triángulo creativo que completaría Lorca. El resultado de aquella telaraña artística se materializó en proyectos que dinamizaron la escena.
«España no se repite nunca y ella, siendo antiquísima, poseyendo quizá la gracia de aquellas bailarinas de Cádiz que eran ya famosas en Roma y danzaban en las fiestas imperiales, teniendo el mismo corazón nacional de aquellas espléndidas danzarinas que entusiasmaban al gentío en los dramas de Lope de Vega, baila hoy en New York con un acento propio y siempre recién nacido, inseparable de su cuerpo y que nunca más se podrá repetir«, esgrimió Lorca en un banquete de fin de gira.
Fundido a negro
La vida de Encarnación recibió el primer gran revés el 16 de mayo de 1920, fecha en la que el matador Joselito fallecía corneado en la plaza de toros de Talavera de la Reina. Pretendiente de la artista, su muerte le conmocionó en lo más hondo y la bailaora encuentra un atisbo de esperanza cuando todo se desmoronaba en la figura de Ignacio Sánchez Mejías, casado por cierto con la hermana del que fue su maestro, Joselito.
Junto al también torero Sánchez Mejías alumbró una simbiosis artística que nutrió sus mundos y el de los que les rodeaban. Un tándem creativo que se truncó de nuevo tras el fallecimiento del matador en el 34. El dramático asesinato de su gran amigo Federico García Lorca dos años después supuso la enésima desgracia que le empujó definitivamente al exilio.
La Guerra Civil partió en dos su trayectoria artística, Nueva York sería su último destino. Allí completaría un ciclo que inició en el mundo de las variedades siendo apenas una niña. Una carrera marcada por la tragedia que encontró su momento de esplendor durante la II República, y que cuenta en su haber con tonadas memorables que forman parte nuestra historia como Las calles de Cádiz, El amor brujo o La romería de los Cornudos.