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Reseña de»Conchita Montes, una mujer ante el espejo», de Aguilar y Cabrerizo, en AISGE, por Antonio Rojas

Conchita Montes se coloca de nuevo ante el espejo

Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo corrigen y aumentan la única biografía existente sobre la popular actriz madrileña

Somos tan dados a los lugares comunes que, cuando se trata de glosar a una gran intérprete, a menudo nos conformamos con expresiones tan manidas como “gran dama de la escena”, “estrella rutilante” o “figura de leyenda”. Pero después de leer la edición corregida y aumentada de la biografía de Conchita Montes, se queda corto hasta el elogio que le dedicó Eduardo Haro Tecglen tras su muerte, acaecida el 17 de octubre de 1994, cuando dijo de ella que había sido “una primera actriz de la vida”.

Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo, sus biógrafos, consiguen el más difícil todavía: devolverle el protagonismo que merece y apartarla de esa posición subordinada a la que parecía condenada por haber unido su vida (poniéndose a la mojigata España franquista por montera) a la de una figura de relumbrón como Edgar Neville, al que conoció cuando contaba 19 años y él, ya casado y con dos hijos, 33. Claro que la intervención del escritor, director de cine, humorista, dramaturgo y diplomático fue decisiva para impulsar hasta la cima la carrera de la madrileña, pero volveríamos a caer en un absurdo reduccionismo si nos limitáramos a hablar de ella como simple musa de Neville.

Aquella mujer de molesta independencia, atrevido sentido del humor, inteligencia versátil, instinto agudo y extraordinaria capacidad creativa –entre otras muchas virtudes– fue capaz de ocultar bajo llave su vida personal a pesar de la intensa actividad pública que desplegó durante décadas. Licenciada en Derecho en un tiempo en que la mujer era rara avis en la universidad, reseñista en el Diario de Madrid, actriz de cine (debutó en 1939 con Frente de Madrid) y teatro (se sube por primera vez a un escenario en 1946, con Dalila, de Ferenc Molnar), escritora, traductora, adaptadora, responsable del popular pasatiempo “El Damero Maldito” en La Codorniz, conferenciante, empresaria teatral…y hasta modelo o regente de una pensión en San Juan de Luz.

El libro de estos dos sagaces investigadores, bregados en mil batallas relacionadas con los mundos del cine y los libros, aúna un buen puñado de méritos más allá de seguir y detallar convenientemente cada uno de los pasos de la que fuera primera figura de la cinematografía española de posguerra. Uno de ellos es que está redactado con un lenguaje vivo, ágil, entretenido, hasta el punto de que se lee como una novela de acción. Ni siquiera se precisa de un interés específico previo por la figura de la Montes (nombre artístico de Conchita Carro Alcaraz) para devorar desde la primera hasta la última página sin querer perder detalle.

Seguramente los dos autores sientan un profundo cariño por el personaje, pero salvan un escollo que en demasiadas ocasiones desmerece el género de la biografía: no caen en la plena identificación con la biografiada, ni en el halago fácil o el elogio gratuito. Cualquier calificativo va justificado y, la verdad sea dicha, Cabrerizo y Aguilar no se exceden en el empalago.

Grandes conocedores del ambiente intelectual de la época, del universo de lo que se ha venido en llamar El otro 27 y de lo que se cocía en torno a La Codorniz, la más célebre publicación de humor del franquismo, temas sobre los que han escrito algunos volúmenes, la trayectoria profesional de Conchita está magníficamente contextualizada. Así que, además de adentrarnos en las andanzas de la más destacada representante de la alta comedia, conoceremos el panorama cultural de la España de la dictadura.

Junto con las pertinentes notas a pie de página, la biografía se completa, para los más curiosos, con una completa relación de los títulos de películas y obras en que intervino Conchita Montes en cine, televisión y teatro. Por cierto: si este libro hace justicia a una mujer algo olvidada, también es de justicia reconocer la labor que viene desarrollando Lorena Carbajo a través de su editorial Bala Perdida, empeñada en rescatar y colocar en el lugar que corresponde a nombres como La Argentinita, además del que hoy nos ocupa.

 

Véase también en: https://www.aisge.es/leersientadecine-conchita-montes-una-mujer-ante-el-espejo

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