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Espléndida crítica de «Mi vida en otra parte», de Fernando Ontañón, en Librújula, por Enrique Villagrasa

El aprendizaje de vivir

 

Por Enrique Villagrasa

“Escribir es transformar las experiencias propias en ajenas y apropiarte de las ajenas para crear una realidad paralela, probable pero ficticia. Escribir es acceder a un laboratorio estanco donde combinar sin la menor restricción ética verdades como mentiras, posibilidades con hechos consumados, seres reales con personajes imaginarios, éxitos y frustraciones… para crear una suerte de Frankenstein más o menos dotado, mejor o peor construido, con más o menos costuras, pero un engendro al fin y al cabo, algo que nunca es la realidad”. Y uno se alegra de leer esto en una novela tan fresca e impactante como Mi vida en otra parte (Bala Perdida) de Fernando Ontañón (Santander (1972). Creo que esta novela, que lleva tintes líricos por doquier y que habla de una escritora de un solo paisaje, como es Antía, es un bucear en ese tiempo que se nos escapa: “el tiempo de las agujas inmóviles del reloj”. Sabiendo que en la vida, en esta existencia tan poco nuestra, siempre hay negros cuervos negros que nos sobrevuelan: “Enormes cuervos que la picotean como carroña”.

MividaEsta narración corta, la cuarta novela del autor, de unas 200 páginas, se lee con avidez por esa fuerza emotiva que impregna su escritura y por el calado de sus reflexiones en y desde una ciudad del noroeste de España, donde hay ese faro romano o torre de Hércules que ofrece inmejorables vistas del litoral (hasta él me acompañó un capitán de la marina mercante). Uno nace y busca un faro en su vida y tras marchar busca también esa luz que alumbre su camino, si lo hay, diríase. Ese faro es importante en la novela, téngalo presente. Así pues, la historia discurre casi toda en esa ciudad: los lectores, gallegos o no, podrán reconocer sitios emblemáticos de la misma: los que recorre Antía de joven, con su madre y con su educación, donde hay acoso y maltrato escolar callado, y sus inicios a la vida, al amor, con todas sus consecuencias. Y por otro lado está la Antía madura, por cierto: escritora de éxito, que tras años de ausencia y vida en Madrid y Nueva York, regresa a su ciudad. Pretexto que supondrá esa catarsis tan necesaria en todas las personas, pues una vez u otra nos enfrentamos a nuestros demonios interiores y a los exteriores que jalonaron nuestro deambular juvenil. Antía tiene padre lejano, amigos y enemigas: Julia, Víctor, Roque, Sonia la cómplice, Bea la cruel, …Una novela bien hilvanada, justa y necesaria, escrita en tercera (acción) y primera persona (reflexión), que deberían leer todos los jóvenes estudiantes de la enseñanza secundaria y bachiller, padres y madres, profesores y profesoras: descubrirán el porqué y crear debate en clase. Puesto que el acoso siempre ha estado con nosotros, de una forma u otra, y hoy con las redes sociales más que más. El problema no es que exista, que también, es el callar de muchos: el que calla otorga (y seguro que me contestan que el que habla se condena). Pero quebrar el silencio cómplice del acoso es fundamental para todo. Pero no sólo esto encontrarán las personas lectoras que abran esta novela. Hallarán vida y formación, reflexión continua de lo que pudo haber sido o no: pues es un reflejo de la vida real y ya sabemos que toda opción es una negación, con más o menos grises. Aunque siempre la vida vale la pena y merece ser vivida, por más cruda que sea o nos lo parezca. Siempre habrá literatura, que no sé si sirve, poesía, amigos, amores y muchas preguntas. Y como en Mi vida en otra parte, con citas de grandes escritores, o sea una apuesta por la lectura y el diálogo, la reflexión y el análisis: Fernando Ontañón narra admirablemente, sin el menor miramiento y eso espabila y hace daño, pero limpia y sana.Si quieren hacerme caso, no dejen de leerla, una novela que me ha sorprendido gratamente, donde el autor, hábilmente juega para que el lector descubra en esa complicidad qué es verdad (o verosímil) y qué es ficción. Y en estas páginas está nuestra juventud, ya lo verán: o al menos les hará recordar ese pasado reciente que navega ahí, tan solo un poco escondido.Y no sé si con esta nueva novela se consagra el autor como una de las voces más relevantes de la narrativa actual, como reza en la solapa del libro; pero, sí sé que mi madre, con 90 años, quien todavía lee mucha novela, me la ha recomendado y me dice que felicite al autor. Ahora está leyendo Ordesa (Alfaguara) de Manuel Vilas, quien es un poco un gozne curioso (versos y presencia), junto con Julio Llamazares (versos), de la novela. Y sin que sirva de precedente, por esta vez estoy de acuerdo con lo que escribe Vilas de Fernando, en la contra del libro: “Fernando Ontañón es el escritor que estábamos esperando. Lean esta novela, no se arrepentirán, está llena de vida, de fuerza y de pasión”. También marcan la historia las canciones de Lou Reed y las películas de Woody Allen, sin ir más lejos. ¡Todo un homenaje a la crudeza de la vida, en ese viaje iniciático de cada cual!

 

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