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María Sotelo

Escapé de la recámara de la adolescencia gracias a la poesía, la música y la fotografía. Desde los 15 años, plasmo mi verdad en forma de verso.

Como una buena Bala Perdida, he explorado caminos alternativos para encontrar mis pasiones. He surcado una buena cantidad de escenarios, ya que no hay lugar en el que sea más feliz que encima de las tablas y con un micrófono entre mis manos. Poemas de verso duro en boca de esta poeta que siempre se considerará en prácticas.

Mi ruta sin mapa me llevó también a graduarme en Filología Hispánica y a enamorarme de la investigación literaria. Una vez más, sin darme cuenta, todos los caminos me llevaron a mi Roma personal: la literatura.

Donde pongo el ojo, pongo el poema. Siempre me he sentido muy identificada con mi poesía social, ya que, gracias a este ímpetu contracorriente que me domina, me ha quemado el bolígrafo entre mis manos y he sentido la necesidad imperante de contarle al mundo todo lo que siento.

Para mí, ser una Bala Perdida va más allá de atender a una simple locución nominal. Ser una Bala Perdida es danzar siempre en el alambre, ser insurgente en una sociedad dominada por el inmovilismo. La poesía de una Bala Perdida es el grito del ahogado, un rocknroll en ausencia de música, un verso suelto en medio del baile.

¡Que nunca pare la poesía!

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