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«Vivir del teatro. Los exilios de Josita Hernán» en AISGE, por Antonio Rojas
Josita Hernán, el rescate de una gran olvidada
Alba Gómez García recupera con la biografía ‘Vivir del teatro’ a una de las actrices españolas más notables de los años 40
La historia es de por sí olvidadiza, injusta. Casi todos nosotros acabaremos siendo seres anónimos, por muchos méritos que creamos haber contraído para pasar a la posteridad. Algo parecido ocurre con la popularidad, que, además de efímera, resulta demasiado cruel para quien la ha paladeado.
Pensemos, por ejemplo, en el caso de Rafael Pérez y Pérez, que llegó a vender más de cinco millones de ejemplares de las más de 150 novelas que escribió, y que hoy es un gran desconocido para el gran público, un olvidado al que únicamente reclaman, de modo ocasional, algunos asiduos de la Cuesta de Moyano o de las ferias del libro antiguo. Algo así sucede con una actriz que tocó el cielo en los años cuarenta del siglo pasado y a la que hoy casi nadie recuerda, ni mucho menos reivindica: Josita Hernán, nombre artístico de quien había nacido Josefina Hernández Meléndez en Mahón, en 1914, hija de militar y periodista.
Tenía que llegar Alba Gómez García, que se ha embarcado en la aventura de hilvanar un ameno y documentado relato que reconstruye la verdad de esta mujer oculta. Y de la que merecen conocerse unas cuantas cosas: Josita llegó a intervenir en casi una veintena de películas, algunas de ellas de enorme éxito, como La tonta del bote (Gonzalo Delgrás, 1939), y se atrevió a fundar una compañía teatral propia en un tiempo en que ser mujer, actriz y empresaria no eran las mejores credenciales para ir por la vida.
Vivir del teatro. Los exilios de Josita Hernán es un libro sobre una íntima desolación, la biografía de una mujer sola, la narración de una vida dolorosa enmascarada en las identidades ficticias que le otorgaban la gran pantalla y los escenarios. Desde muy jovencita se la vio sobre las tablas, porque no tuvo otra opción que ser actriz. Y aunque había iniciado su carrera antes de la Guerra Civil, encontró su lugar en esa “Nueva España”, desenvolviéndose en un terreno de mucha hipocresía y con la necesidad de mantener a su familia, a la que el régimen franquista se había encargado de depurar y orillar socialmente.
¿Qué mejor, entonces, que vivir 20 vidas a la vez, que disfrazarse para reinventarse una y otra vez, para salir de sí misma, para satisfacer los anhelos de evasión? Porque, aunque saboreara las mieles del éxito, Josita Hernán no pudo desarrollar el cine o el teatro que le gustaban. Su carrera apenas le reportó satisfacciones, aunque le permitiera ganar muchísimo dinero. Se hartó de representar a una juventud triunfal, de repetir siempre el rol que le hizo tan popular: la dama ingenua, una muchacha graciosa y simple.
Mujer documentada e inteligente, Hernán sabía que los montajes que representaba destilaban una cursilería ramplona y que esas películas no eran sino entretenimientos más bien casposos. Así al menos se lo parecían a Fernando Fernán Gómez, que compartió reparto con ella en tres cintas hoy inencontrables: Una chica de opereta, La chica del gato y Mi enemigo y yo.
En agosto de 1951 anunció su adiós a los escenarios. Decidió retirarse a tiempo («odio el ridículo”). Y ese día quedó definitivamente postergada de la historia del teatro y el cine españoles. A partir de entonces realizó algunas colaboraciones para diversas revistas y, finalmente, se estableció en París, donde durante dos décadas ejerció de lectora de español en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, actividad que compaginó con las de corresponsal de La Moda en España o Gran Mundo, traductora o dibujante, entre otras. A pesar de este pluriempleo y de las buenas relaciones que mantuvo con las autoridades españolas, su momento había pasado.
El transcurrir del tiempo acabó siendo inclemente con Josita Hernán. Ella no estaba dispuesta a renunciar a un pasado al que pertenecía y que la abocaba irremediablemente a la extinción. Sus últimos tiempos se llenaron de una nostalgia y unos recuerdos que, sin embargo, no la salvaron de esa injusticia que la había perseguido.
El mundo se olvidó por completo de ella. Hasta que Alba Gómez decidió que había llegado el momento de acudir en su rescate.
Véase tambiénhttps://www.aisge.es/leersientadecine-vivir-del-teatro-los-exilios-de-josita-hernan