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Espléndida reseña de Be Gómez de «La cerillera», de Pilar Martín Gila, para Las que habitan

El relato con el que pasaréis el invierno

 

Se acercan las navidades y los anuncios de juguetes y colonias, se aderezan, además, con historias basadas en cuentos lacrimógenos de dudosa inspiración centroeuropea y leve tufillo judeocristiano, donde niños muy buenos y muy pobres pasan hambre y frío y toda clase de penurias, mientras los ricachones pasean delante de ellos envueltos en pieles y atiborrados de cabritos recién ajusticiados. En estas fechas, el embotellamiento de las escaleras metálicas de
los centros comerciales y los cuentecitos de corte judeocristiano que sacan a relucir la doble moral de la burguesía de principios del siglo XIX de la mano de autores como Dickens o Andersen, son todo uno.

Por fortuna, en medio de este estado prenavideño, ha caído en mis manos un libro redentor titulado La cerillera. Un poemario firmado por Pilar Martín Gila y editado por Bala perdida Ediciones, que me ha reconciliado con el ser humano, y lo ha hecho –aquí viene lo bueno, lo que hace que este libro sea enorme – a través de la rabia. No os dejéis engañar por su título pues, para empezar, el poemario no parte del clásico cuento de Christian Andersen, sino de la ópera del compositor alemán Lachenmann, quien pone en relación –yo diría que incluso a dialogar- a la niña del cuento con Gudrun Ensslin, terrorista fundadora de la Fracción del Ejército Rojo alemán. Estamos ante un poemario conceptual, concebido de principio a fin a través de agujeros y atajos que conectan ambas historias, haciendo que los límites entre ficción y realidad, entre historia y literatura, se desdibujen, se alimenten entre sí y se enhebren de tal forma, que sea muy difícil, por no decir imposible, separar una historia de la otra. Más aún, comprender una sin la otra.

Pero, aun siendo este aspecto muy interesante, sobre todo desde un punto de vista literario, de estructura de la obra y de visión completa de la misma, no es lo que más me ha interesado de ella. No. Lo que verdaderamente me lleva a escribir estas líneas y a recomendaros que compréis primero y leáis después –en este caso el orden sí es importante-, La cerillera, es esa tregua que nos da, ese trato que Pilar Martín Gila nos permite que hagamos con el dolor porque, si no hubiese muerto de frío la cerillera –poderosa hipótesis con la que arranca el poemario- hubiese tenido que aprender, eso es seguro, a gestionar su rabia, que no a reprimirla.

Me gusta este poemario, porque te ofrece un trato. Ofrece una salida más allá de la muerte o la miseria. Me gusta porque es un poemario que te obliga a reflexionar sobre la gestión del odio, sobre cómo a veces éste puede resultar transformador, y sobre cómo la violencia es, muchas veces, la única manera que tiene la cerillera de seguir viviendo. Desde un punto de vista social, problematiza sobre la idea de pobreza y de injusticia social más allá de estereotipos, recordándonos que “constantemente alguien se va quedando fuera”, y dejando al descubierto la moralina conservadora del cuento original, haciéndonos ver que, en definitiva, la cerillera se hubiese revuelto contra las dos casas que enmarcaban su miseria, porque, efectivamente, “lo difícil era morir de frío sin haber roto las ventanas”.

El poemario no busca que empaticemos con la pena de esa niña, sino con su dolor. No busca que conectemos con su ilusión, sino con su odio y muestra de un modo clamoroso la trampa del capitalismo a través la ilusoria quimera del fósforo. Porque quien precisamente vende el fuego, es quien carece de él. Quien precisamente no tiene hogar, genera, en cada fogonazo, la vaga esperanza de un futuro prometido que nunca habrá de llegar. Y ante la vana ilusión quedan siempre dos puertas abiertas: la de la muerte o la de la violencia. La de la rendición o la de la redención. La sumisa o la endiablada. Y ya iba siendo hora de que ella explorase la posibilidad de ir abriendo la segunda.

La cerillera me parece también un soplo de aire fresco cargado de empoderamiento, porque a veces la única arma que tiene un cuerpo oprimido es revolverse con violencia contra el opresor, porque no en pocas ocasiones la agresividad libra a los sujetos despojados de una muerte segura y silenciada. Por eso creo que debéis leer La cerillera de Pilar Martín Gila, porque, con el uso de un lenguaje limpio y despojado, le devuelve a la mujer el derecho usurpado durante siglos, en nombre la historia o la biología, del uso de la furia y la terror, como si tales características no formasen parte de su naturaleza; porque os enfrentará a la pregunta de “cómo sobrevivir al sentimiento si no fuese posible una acción violenta”; porque enciende una llama poderosa que problematiza una y otra vez con la idea de justicia y porque este es el relato con el que pasaréis el invierno. No se me ocurre nada mejor.

 

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